«Anteayer un jurado declaró que un médico que se defendió no era culpable de la muerte de su agresor. El doctor Villar Cataldo, asaltado y atacado por Ricardo Krabler, se defendió con un arma que tenía guardada en su jardín. Luego se comprobó que el arma esgrimida por el muerto no funcionaba.
Según la pericia, aquello no era un arma porque no podía disparar. El jurado, libre de las teorizaciones absurdas que todavía proliferan, con sentido común supo que sí era un arma, solo que no funcionaba, algo imposible de que la víctima reconociera, que en pocos e inesperados segundos debía decidir cómo defender su vida.»