Una patada bastó para poner fin a su vida y cambiar para siempre la realidad de nuestra familia. Como víctima indirecta de la violencia delictiva, encontré en Usina de Justicia una causa y contención. Mostremos a nuestros mayores que no están abandonados por esta sociedad abrumada por la inseguridad.
El 14 de agosto del 2003 mis padres fueron salvajemente atacados por una banda de forajidos, cuatro hombres y una mujer que, mediante artilugios, ingresaron a la casa. Mi padre, que el día anterior había salido de la unidad de terapia intensiva por sus problemas cardíacos estaba sentado en su sillón, descansando, cuando fue atacado por estos malvados. Una tremenda patada en la cabeza acabó con su vida. Mi madre, fue brutalmente golpeada. Los delincuentes buscaban dinero; seguramente tenían información sobre la venta reciente de un inmueble. Por supuesto que ese “botín” no estaba en la casa.